Lo primero que tenemos que hacer es ser conscientes de que nuestros nietos no son nuestros hijos. Y esto, aunque parezca una perrogrullada, es una afirmación muy importante que no todos tenemos claro. Esto significa que nuestras decisiones no van a ser las que marquen el destino final, ni vamos a ser los que impongamos planes o decisiones definitivas. Nuestro papel como abuelos está centrado en el apoyo y acompañamiento en el desarrollo de los niños, no tenemos que aferrarnos a una posición paternal que no nos corresponde. De hecho, debemos hacer justo lo contrario y aprovechar ese disfrute que es el no tener que tomar decisiones o seguir según qué reglas. La figura de abuelo es mucho más cercana al niño, y lo que debe hacer es apoyar en las decisiones paternas y nunca ponerse de parte incondicionalmente del niño, pues eso provocará que el pequeño, al final, se aproveche de nuestra posición cercana y “sin normas”.
Tampoco debemos entrar en discusiones que no llevan a ningún sitio y ser conscientes de que lo hacíamos con nuestros hijos para educarlos es probable que ahora ni funcione ni se haga. El fin último de estar con nuestros nietos debe ser disfrutar, gozar de su compañía y aprovechar el tener unos pequeños a los que cuidar sin el deber máximo de educar. No olvidamos que son personitas, pero tampoco que no somos sus dueños.
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