martes, 27 de septiembre de 2011

Desde mi ventana: Hablar y escuchar (Ángel de Castro)


Hablar, pero mejor alguien con quien hablar, porque “todos necesitamos que alguien nos acompañe, que esté cerca, que nos escuche, que nos diga”, que nos dé calor, porque siempre fuera hace frío, y muchas veces estamos solos y tantas, acaso, nadie nos escucha hasta el fondo de la empatía. “Alguien con quien hablar: un regalo de la vida”. Para acompañar al otro en su camino y, tras el recodo, sacar agua del mejor de nuestros fondos, para que beba y hasta sacie en algún momento su sed.

Escuchar, “dejar hablar no es un simple gesto de permisividad, es un acto de reconocimiento”. Siempre decimos que escuchar de forma activa: atentos, metiéndonos en la piel del otro, mirándole a los ojos y a la tristeza de su alma o a la alegría de sus vísceras. “Escuchar es un modo supremo del querer”.

Hay mucha gente por la calle y en los altos despachos que, como sólo se oyen a sí mismos, no saben escuchar a nadie.

Y dejar que la palabra sea protagonista. “Nuestras palabras pueden ser relación, entretenimiento, pueden palpar, abrazar”.

Y crear espacios para que se dé el encuentro en donde la palabra sea el centro, junto con el silencio. “Crear con alguien para silenciarse con él, no es simplemente conjurarse para guardar secreto alguno, es proponerse otro modo de decir y de decirse”.

Algo así como esto que intentamos hacer entre el niño que va conmigo a todas partes y el hombre en que me he convertido: cuanto tú hablas, yo escucho;cuando yo hablo tú escuchas; cuando tú callas, yo callo, y cuando yo callo, me preguntas qué me pasa y me abrazas.

Todas las frases en cursiva son de Alguien con quien hablar, el título de un hermoso libro de Ángel Gabilondo.

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