viernes, 22 de julio de 2011

Tras las huellas del Camino: Querer es poder, y lo demás son excusas (Francisco Curero)

Fue en julio de 1999, cuando mi esposa y yo, decidimos ir en compañía de otros tres miembros de la familia, andando en peregrinación hasta la tumba del Apóstol Santiago en Galicia.

Fue en nuestra primera andadura, cuando alcanzamos a una señora que aparentaba tener una edad avanzada y caminar a paso lento. De una de sus manos pendía un serillo y con la otra empuñaba un bastón. Sobre sus espaldas trasportaba una mochila como la llevan algunos niños al colegio. Cubría su cabeza con un sombrero de paja y sus oídos con unos grandes auriculares.

Como caminábamos deprisa, con un saludo a modo de despedida, la deseamos buen camino y la perdimos de vista.

Pasado un tiempo, nos vimos obligados a detener la marcha, porque a un miembro de nuestra cuadrilla se le había metido una piedra en la bota, y antes de que nos diéramos cuenta, la señora nos había alcanzado. Momento que aprovechamos para intercambiar impresiones.

Ella, nos dijo que se llamaba María, que contaba con más de ochenta años de edad y que era de un pueblo de Navarra. Desde pequeña había visto pasar por delante de su puerta a infinidad de peregrinos y siempre tuvo la curiosidad de saber donde iban y que se les daba en ese lugar.


Desde entonces, mantenía viva la esperanza de que algún día sería ella la que viajaría hasta allí en busca de respuesta.

Pero las ocupaciones de la casa, el cuidado de los hijos y la falta de interés por parte del marido, habían permitido que el tiempo corriera y su sueño se fuera demorando.

Lo cierto es que nunca encontró el momento preciso hasta un día, en el que parte de la familia se hallaba reunida. Ella se armó de valor y les hizo saber a todos, su intención de cumplir el sueño de su vida. “Peregrinar hasta la tumba del Apóstol Santiago”.

Al instante llovieron sobre ella toda clase de comentarios en su contra. Tampoco faltaron los buenos consejos, con los que pretendían que abandonara su idea, ni las sospechas de que estuviera sufriendo algún trastorno mental. Pero la señora María, había tomado ya su firme decisión, porque sabía que el tiempo corría en su contra.

Con cara de complicidad, susurró por lo bajo: “Creían que no aguantaría la caminata y que me volvería a casa al día siguiente. Ya llevo fuera de casa varias semanas y recorridos más de quinientos kilómetros”.
El resto de la mañana, la pasamos como en el cuento de la liebre y la tortuga, unas veces éramos nosotros los que adelantábamos a la Señora María y otras era ella quien nos alcazaba a nosotros.

Al final como era de suponer, llegamos nosotros primero al albergue y ella lo haría días después ante la tumba del Apóstol Santiago.

Hasta aquí, se diría que todo transcurrió con normalidad.

Y tuvo que pasar un tiempo, hasta que el camino nos mostró su enseñanza.


Para ver a la señora María como una gran mujer y mejor peregrina:

Con sus dotes de paciencia y prudencia, esperando el momento preciso.

Demostrando firmeza para enfrentarse a los familiares, amigos, vecinos y todos aquellos que no entendían el motivo de su viaje.

Decisión y valor cuando tuvo que enfrentarse a los cientos de kilómetros que la quedaban por delante, (la mayoría de ellos en solitario) sabiendo que la aguardaban momentos de sacrificio, angustia y dolor por el calor, el frío, la lluvia, las lesiones, las dificultades del terreno, etc.

Se acostaría en el suelo, se ducharía con agua fría, pasaría hambre y sed, o soportaría todo cuanto fuera preciso, con tal de llegar a su destino.

Con humildad y resignación, cargaba con su cruz, como lo había hecho hasta entonces, todos los días de su vida.

No la faltó el sentido común, y supo disfrutar de la paz y el sosiego que encontró a lo largo del recorrido.

Toleró de buen grado, todas las bromas y con naturalidad, aceptó llegar siempre, la última a todos los lugares.

Con todo ello, consiguió un día hacer realidad su sueño.

No la vi en aquel mágico momento del encuentro, pero estoy seguro de que lloró de alegría y el Santo Patrón supo recompensar su espera, y las penurias sufridas a lo largo del camino.

Con ella aprendimos:

Que al camino no se debería ir a competir.

Cada cual debe hacer su camino.
No importa la edad, cuando uno quiere.

Lo importante no es el tramo que debemos recorrer cada día, ni el tiempo que nos llevará.

Lo principal es llega a la meta que nos hemos planteado. - Hacer realidad los sueños -.

Por mucho que tardemos en llegar, el Apóstol Santiago siempre nos estará esperando.
Todos los deseos se cumplen, cuando se lucha por ellos.

Querer es poder, y lo demás son excusas.

NOTA: A lo largo del camino hemos conocido a muchas personas que quisieron un día hacer realidad sus sueños, aunque para ello tuvieran que valerse de sillas de ruedas o artefactos especiales, por padecer paraplejias, osteoporosis o múltiples problemas de salud.

Todos ellos eran conscientes de sus limitaciones y hacían SU CAMINO PARTICULAR.

Francisco Curero.

Nota: La señora María no se encuentra entre las personas fotografiadas.

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