lunes, 4 de octubre de 2010

Desde mi ventana: Perder, ganar y perderse (Ángel de Castro).

“Nos tendrían que haber enseñado a perder, y a perdernos”
Juan Cruz

O no nos enseñaron o no aprendimos, y por eso es claro el resultado: no sabemos perder y no sabemos perdernos.
Parece como si lleváramos marcada a fuego la necesidad imperiosa de vencer y no acabáramos de sacudírnosla de encima y cuando vencemos nos convertimos en ridículos arrogantes, enanos engreídos, y nos nacen por docenas hasta la náusea signos arrogantes de victoria.
Saber perder, saber ganar, saber perderse.

Saber perder que es tanto como darse un baño de humildad, que le viene bien al cuerpo y mucho mejor al espíritu cuando prefiere la humildad que es siempre la puerta de la sabiduría y el camino hacia la verdad. O no te salió bien aquello que llevabas aprendido extraordinariamente gestionado y ello te permitió el regalo de mirarte más al fondo o ir más al fondo de las cosas y aprender a evaluarte y tener un sentido mucho más fino de la autocrítica que nos hace más creíbles y la posibilidad de que nos quieran.

Pero sí, ya sé que perder no es un valor que se cotice en un mundo de vencedores a costa de no importa el número de vencidos y derrotados, en una sociedad montada para el triunfo fácil y ser el mejor en quince días, sin noches incluidas, ¿qué son si no todas las “Operaciones Triunfo” televisivas, “Reinas por un día” de antaño, concursos para dar y tomar y deportes al por mayor, donde lo que menos importa es hacer deporte? Sí, ya sé, pero saber perder es de caballeros y de señoras y ninguno de nosotros estamos llamados a ser marionetas de la suerte y la metralla.

Saber ganar, como contrapunto, sin alharacas, sin salirse de madre apabullando, aplastando, humillando y creyéndose los dueños de la calle, la plaza y la vida misma. Rafa Nadal, además de uno de los más gran deportistas, pasará a la historia por ello y por saber ganar y saber perder como nadie.

Y aprender a perderse, que nada tiene que ver con estar perdido, es aventurarse por los senderos elegidos personalmente, mimados al gusto de cada cual y hasta hechos al estilo de Machado, porque se van haciendo a la medida y andadura del caminante. Perderse por los arrabales de la liberad para descubrir lo inesperado, la grandeza de la sorpresa, la belleza de lo nuevo, el asombro de las cosas, las palabras y los sueños reciensaliendo de las propias manos como van brotando del poeta que es, y lo sabe, hacedor de las palabras. Porque “todo es nuevo quizá para nosotros, /… el sol que sale / … cada mañana es la primera / … aquella curva / … el ave aquella / … después de de haber nevado el cielo encuentra / resplandores que antes eran nubes / … nada es igual ni se repite”, que cantara uno de mis poetas preferidos, Claudio Rodríguez.

Perderse y recorrer nuevas calles, ciudades y paisajes, otros mundos nunca sospechados, porque los conocidos y trillados han nacido al calor de la monotonía, que todo lo convierte en gris y monocorde hasta el hastío.

Perderse para poder encontrar lo mejor de uno mismo con sus más grandes valores, sus muchos errores, no pocos aciertos y algunos despistes descomunales.

Perderse para poder encontrarse en medio del miedo, la incertidumbre, la duda y tener que elegir entre muchas posibilidades, todo lo cual nos hace sino más hombres sí más humanos, más frágiles y más dignos de comprensión y de compasión.

Sí ya sé que en un mundo de seguridades, que hasta querríamos asegurar otra vida después de ésta, tampoco se cotiza el riesgo y la aventura, lo nuevo más nuevo y la sorpresa que nos haga remover lo inamovible, y sin embargo, ay, ¿qué somos si no salimos a la puerta de la calle por miedo al resfriado, nos encontramos felices en nuestra jaula de oro y no vemos más metas que las que están a un palmo de nuestra nariz? Nos hicieron, nos hicimos, y el peso sigue gravitando sobre nuestras cabezas y espaldas y por eso nos cuesta tanto desembarazarnos de tanta comedura de tarro y tanto adiestramiento en valores que resultan no ser tales. Pero ya lo sabes, aún hay tiempo de aprender a ganar, a perder y a perderse.

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