lunes, 7 de junio de 2010

Desde mi ventana: Celebración (Ángel de Castro)

Una palabra mágica a usar con mucha mayor frecuencia, en todo tiempo y territorio, con motivo y sin motivo… Así que por todo ello y mil motivos más que no sería difícil de relatar de forma pormenorizada, la celebración debería ser una palabra más desgastada de tanto uso, y nada mejor que ponerle música de fondo a los sentimientos, a los deseos y a la vida en general.

Celebrar, porque seguimos vivos, que no es poco, y celebrar que, cuando nos vemos, tenemos cosas que decirnos.

Celebrar que nos seguiremos viendo y al vernos nos percataremos, una vez más, de que continuamos siendo amigos.

Celebrar la amistad que sigue en pie y somos capaces de profundizar en ella, cada vez que nos encontramos.

Celebrar todo encuentro, porque dará lugar a que podamos seguir sorprendiéndonos.

Celebrar que nos sigan sorprendiendo quienes nos regalan su afecto.

Celebrar que el afecto ahonda aspectos esenciales por encima de posibles divergencias y circunstancias puramente accidentales.

Celebrar que las diferencias nos permiten conocer y valorar otros puntos de vista.

Celebrar la vida, la fiesta con fiesta para todos, el escrito último que te salió razonablemente bien, o el bordado, o la tarta, o aquello que te traes entre manos, aunque esperas mejorar, la amistad a prueba de bomba y por encima de monotonías paralizantes y mezquindades que surgen aun en las mejores familias, el amor que nos queda, pero que se agranda por apenas nada y restaña las últimas heridas y los momentos de felicidad que, aunque se nos escapan, han dejado huella y buenos recuerdos.

Celebrar…, prácticamente todo y no dejar escapar esta misma tarde, sin darle al cuerpo y al espíritu esa celebración que hace tiempo esperan, y si no lo hacemos se pudrirá en el mundo de los muertos, en el mundo de la nada.

Celebrar su vida. “Cuando pierdes un hijo, debes celebrar su vida. No puedes usar el dolor como escudo. Hay que celebrar su memoria, su presencia entre nosotros.”. Eleonor Coppola.

Este párrafo anterior de la madre del famoso director de cine, tan asombroso, es un buen ejemplo de ello y la primera frase es una de las frases más impresionantes y bellas que he leído en muchos años. Te obliga a detener el paso, a paladear como los buenos vinos, a memorizar para que se conserve fresca durante mucho tiempo en los meandros de la memoria. Cuando pierdes un hijo, que debe de ser la mayor de las pérdidas y los quebrantos humanos, debes seguir, siempre he pensado así, porque la vida sigue y hay que perseguirla, vivirla, pero me faltaba llevar a mi bagaje mental y emocional esa faceta esplendorosa y redentora, debes celebrar su vida, efectivamente, porque lo valioso, lo mejor de todo no ha sido la muerte, una sinrazón razonable, sino su vida, fuera como fuera: ¿corta, larga, feliz, desdichada…? ¡qué más da!, su vida que siempre merecerá ser celebrada y a ello estamos obligados por derecho propio, deber elemental y amor a su persona. Ahí es nada: la cultura de la vida, frente a la cultura de la muerte, del luto y de la queja.

Ángel de Castro

No hay comentarios: