lunes, 24 de enero de 2011

Desde mi ventana: Habilidades Sociales (II) - Autocrítica y crítica. Ángel de Castro



Autocrítica y crítica.

Nada mejor que mirarse a uno mismo y revisar las posibles vigas que no nos dejan ver el paisaje para marchar por la vida por uno de los mejores caminos: la humildad y el conocimiento y reconocimiento de uno mismo. Mirarse, medirse, sopesar los pros y los contras, los defectos y las virtudes, los aciertos, los errores, las derrotas y los triunfos. No podemos olvidar que estamos hechos de la misma materia de los sueños que nos dan alas para crear y volar y de la materia del barro que nos hace andar a ras del suelo. Olvidar esto último nos convierte en fantoches y ridículos pedantes. Qué hermosos ejemplos de humildad nos ha dado a todos ese gran escritor mejicano, José Emilio Pacheco, en su estancia en España para recoger el premio Cervantes. Alguien que está siempre dispuesto a dar un consejo a los jóvenes escritores, pero con una condición: “que ellos me den otro consejo a mí, porque ellos ven cosas que yo ya no soy capaz de ver”; que al estar ante lo más concreto le salen genialidades como ésta: “ven gato, acércate más, eres mi oportunidad de acariciar al tigre”; que tiene la generosidad de decir que “todo lo escribimos entre todos, que nada es de nadie porque todo es de todos y que un poema pertenece a quien tenga voluntad de hacerlo suyo”. “Que otros hagan / aún / el gran poema / los libros unitarios / las rotundas / obras que sean espejo / de armonía. / A mí sólo me importa / el testimonio / del momento que pasa / las palabras / que dicta en su fluir / el tiempo en vuelo”, dice uno de sus poemas.



Pero a la vez la crítica, de la mano del equilibrio y cierta moderación, puede llegar a ser un arma necesaria para andar por este mundo negro y blanco, compuesto de grandes verdades y gigantescas mentiras e hipocresías, adornado de hermosos relatos y ennegrecido de cuentos bastardos, un arma que nos ayude a salir airosos de esta gran maraña. Pero sin olvidar que para construir con frecuencia es necesario destruir, ley elemental de todo constructor y restaurador. Crítica constructiva, naturalmente, pero a veces, destructora. ¡Hay tanto que desaprender y destruir! Juicio crítico que agudiza a la mente que nos obliga a pensar y repensar los mejores argumentos y las más atinadas razones, lejos de toda bilis y de todo insulto y deseo de aniquilar al adversario, bilis que pudre cuanto toca. Juicio crítico que nos salva de las adulaciones, permite poder cantar las verdades al barquero, al político de turno, al juez, al jefe más cercano, al amigo más fiel y enjuiciar lo mal diseñado y lo peor ejecutados sin necesidad de faltar al respeto y a la más elemental educación.

Continuará...

Ángel de Castro

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