
También el pintar nos ayuda a desarrollar la motricidad fina, lo que se traduce en que que desarrollamos un mejor control sobre los músculos pequeños de las manos, aumentando así la fuerza muscular y la coordinación. A medida que vamos perdiendo algunas habilidades con la edad, el pintar nos ayuda a mantener esa capacidad manual de mejor manera. Cuando pintamos nos concentramos y a la vez nos distraemos de los problemas cotidianos, ayudándonos a relajarnos y a “pensar en otra cosa”, tomando así cierta perspectiva de cara a los problemas. Ni qué decir tiene que si acudimos a clases y talleres de pintura, además de aprender una interesante disciplina artística mantendremos activa nuestra vida social, algo fundamental para cualquier persona. Además cada vez en más centros cívicos y asociaciones se realizan exposiciones de pinturas realizadas por participantes de los talleres y cursos, lo cual repercute a la hora de sentirnos satisfechos por un trabajo bonito y hecho por nosotros que pueden ver más personas. En definitiva, la pintura afecta de forma positiva en la salud, favoreciendo que trabaje todo nuestro cerebro, tanto el hemisferio izquierdo que se encarga de las tareas lógicas, como el hemisferio derecho, responsable de la creatividad y la imaginación. ¿A qué estás esperando?
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