lunes, 29 de octubre de 2012

Desde mi ventana: Una de abuelos





“Los abuelos engordamos viendo comer a los nietos”, Javier Pradera

El nieto de Javier Pradera, Juan, recordó emocionado esta frase que un día le dijera su abuelo, mientras comían ambos en una playa cántabra, en la última despedida que familiares y amigos hicieron al extraordinario periodista y editor.

No tengo nietos y, al paso que va el tren que me lleva y donde habito, no los veo ni en lontananza, pero ello no me impide contemplar con deleite y asombro el entusiasmo con el que más que sus aventuras y sus historias los abuelos describen emocionados los pequeños avances y los últimos descubrimientos, disfrutes y sentires de los nietos como el beberse los vientos y la vida de una tacada.

La frase de Pradera, fallecido recientemente, editorialista y columnista de EL PAÍS, un hombre inmenso por su físico, pero sobre todo por su inteligencia, es una perfecta síntesis y reflejo fiel de esa relación que no sería bueno se viniera abajo por el abuso de muchos hijos y la excesiva condescendencia de no pocos abuelos.

Porque ahí está el síndrome de la abuela esclava, del que ya he hablado otras veces, que podría soportar la leve carga de unas horas de vez en cuando y más que carga sería un feliz y entrañable acontecimiento frente a la dedicación exclusiva día tras día, mañana y tarde, y no hay abuelo que aguante tamaño empeño con lo que el gozoso encuentro puede venirse abajo.



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