miércoles, 26 de septiembre de 2012

Desde mi ventana: El respeto de los mayores a los jóvenes y viceversa - Ángel de Castro

 
Le he dedicado bastante tiempo de mi vida al tema de las relaciones intergeneracionales, y leyendo al escritor y premio Nobel de Medicina, Konrad Lorenz, vuelvo sobre él de la mano de este famoso pensador. En el capítulo “Derribo de la tradición”, del libro “Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada”, reflexiona sobre la mirada inquietante de la juventud actual hacia la generación mayor como una “extraña subespecie”, tratando de distanciarse de sus padres todo lo que puede, concluyendo que estos comportamientos responden a un trastorno funcional del proceso evolutivo que tiene lugar en la pubertad.
 
Por ello me he permitido, siguiendo su discurso, sacar mis propias conclusiones. De igual forma que debemos superar la fase infantil, aun cuando no debamos matar al niño que fuimos y que debemos llevar siempre dentro, como insisto con frecuencia, igual con la etapa de la adolescencia que tantos sinsabores genera y da a los propios adolescentes como a sus padres, profesores y quienes a su lado pasan.
 
Una elemental lección que debimos aprender todos y ahora quienes pasan por esas etapas tanto de pubertad como de juventud es pasar de no esperar demasiado a respetar, valorar y aceptar lo valioso de las generaciones que nos preceden, porque pronto o tarde llegamos a ese reconocimiento. De ahí que sea tan enriquecedor y hasta saludable observar y admirar cuanto de bueno y valioso reside en las generaciones de los padres y los abuelos, (es a partir de los sesenta y más cuando solemos colocar a los padres donde siempre debieron estar, eso que alguien ha llamado la “obediencia tardía”) pero habría que remarcar con la misma intensidad que estos deberán, relacionarse con el mayor de los respetos y admirar los muchos valores emergentes, absolutamente nuevos, y no menos importantes que los antiguos valores que conformaron el sentido más profundo y rico de sus vidas.
Unos y otros, si queremos convivir en armonía fecunda, debemos aceptar que ni lo nuevo, por serlo, es lo más atractivo, ni lo antiguo, por antiguo, tiene por qué ser lo más aburrido y al revés.

Críticas, sí, todas, pero autocríticas también, y ser lo elementalmente lúcidos como para saber ver y apreciar lo positivo de los otros. Ni todo nace ahora mismo, a la voz de ya, ni lo hecho ayer es lo definitivo, lo que nos lleva a valorar todo lo hecho hasta ahora (evaluándolo adecuadamente) y esperar que los que siguen nuestros pasos y continúan nuestra labor la mejorarán. Solo así se construye el edificio de la solidaridad entre las generaciones, una tarea por la que merece siempre luchar, (y hablando de proyectos y de solidaridad entre generaciones, no puedo olvidar El libro de las estaciones solidarias y Mayores con solera, de feliz memoria, proyectos del Area de Acción Social de la Diputación de Valladolid).
 
Todo ello pasa por dar paso a una actitud racional, frente a la visceralidad rebelde de la juventud o la obcecación de los mayores defendiendo a ultranza los viejos valores y rechazando los nuevos o no viéndolos. Lo más grave, como dice Konrad Lorenz es cuando aparece el odio que no solo ciega y ensordece “también embrutece y tarea difícil será mostrarles a aquellos que nos odian el bien que con tanta urgencia necesitan”.

Estoy convencido de que no habrá tarea más encomiable que la de ir haciendo que crezca la solidaridad mutua a través de proyectos que aúnen y entusiasmen a unas y otras generaciones y, siempre, desde el respeto mutuo y la valoración a los otros.

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