miércoles, 29 de junio de 2011

La Magia del Teatro en Campaspero

El grupo de teatro volvía a casa después de actuar en un centro cívico de la capital. En el autobús todo era buen humor, alegría y canciones. Aquello de: “Acelere, acelere, acelere. Acelere señor conductor” Sonaba como si lo cantaran chavales de 17 años, aunque los que lo cantaban le habían dado ya la vuelta a la cifra, pues hacía bastante tiempo que cumplieron los 71. Oyéndoles nadie lo diría. Aquella noche, todos se sentían felices.

Había sido una tarde especial. Por una vez se había realizado el prodigio que algunas veces ocurre en el teatro. La representación había salido perfecta. La diosa Talía, por esta vez, se había aliado con el grupo para que el milagro ocurriera, premiando así el trabajo, el sacrificio y la ilusión que todos habían puesto para que todo saliera adelante.

Unos años antes, cuando propuse en la asociación de Jubilados formar un grupo de teatro, el primer día se presentaron más de veinte personas. Ninguno de ellos había pisado nunca un escenario. Todos pensaban que aquello sólo consistía en aprender el texto de memoria, que todo lo demás salía solo, pero cuando comenzamos con las técnicas de movimiento escénico, la respiración, la interpretación de los textos, etc… casi todos se desanimaron y sólo quedaron dos: un hombre y una mujer. Muy pocos para lo que yo pretendía hacer. Lejos de desanimarme, con los dos que me quedaban, monté una obra: “El Locutorio” de Germán Diez. Tras muchos meses de aprendizaje, ensayos y trabajos, aquello que los demás creían imposible resultó un gran éxito. A la vista de ello algunos de los que habían abandonado vuelven; formándose un grupo de doce personas.

El nuevo conjunto, después de ver que el trabajo da sus frutos, lo toman con gran ilusión. Aprenden las técnicas básicas del teatro: la emisión de la voz, la respiración, como moverse por la escena con naturalidad, a memorizar e interpretar los textos. Acuden a los ensayos sin faltar un solo día, y aguantan mi mal genio cuando me enfado porque algo no sale bien y les hago repetir una y otra vez la escena hasta conseguir que todo salga correctamente.

Después descubren que no todo es trabajo y sacrificio. Las representaciones en el pueblo. Los viajes para actuar en otras localidades son frecuentes, y en todas partes nos reciben con cariño y simpatía, y cuando se escuchan los aplausos del público se da por bien empleado el tiempo invertido en el montaje. En los ensayos hay muchos ratos de alegría y diversión; ocurren equivocaciones, y cosas graciosas que provocan la hilaridad, hasta el punto que, a veces, hay que dejar el ensayo para otro día, por que nadie puede contener la risa. Lo primero que pretendemos es pasarlo bien. Pero también hacer las cosas seriamente y con dignidad. Si después conseguimos que el público también se divierta, el objetivo está conseguido.
No tenemos grandes actores o actrices. La edad es el gran inconveniente para interpretar algunos personajes, pero es tal la dedicación y el entusiasmo que ponen, que son capaces de aprender los textos por muy largos y difíciles que sean, interpretarlos viviendo los personajes, hacer suyos los conflictos de la obra, ya sean dramáticos o cómicos, esforzándose al máximo hasta conseguir dos cosas muy importantes: adaptarse ellos a los personajes y que los personajes se adapten a ellos, hacerlos totalmente suyos, creíbles. Se entregan por entero a esta nueva actividad que les mantiene ocupados física y mental mente. Cuando ya pensaban que no servían para nada, descubren que aún son capaces de hacer cosas que nunca imaginaron.

Para estas personas, todas ya con muchos años a sus espaldas, esto supone algo así como comenzar una nueva vida. Los hombres cuando se jubilaron se quedaron sin saber que hacer, aburridos. Las mujeres, varias de ellas viudas, las sucedía lo mismo. Algunas estaban solas, deprimidas, no salían de casa. Como por ejemplo Victoria:

Victoria es pequeñita, regordeta, con una carita redonda siempre dispuesta a sonreír y también, a pesar de loa años, a saltar y bailar cuando llega la ocasión. Parece una niña revoltosa, no sólo por su aspecto si no también por su carácter extrovertido. Hace unos años perdió a su marido. Para ella fue un golpe terrible. Se encerró en casa y estuvo mucho tiempo sin salir. No tenía ninguna enfermedad física, pero muchos días no se levantaba de la cama y, como vivía sola, los hijos tuvieron que contratar una mujer para cuidarla. Un día monté una obra en la que uno de los personajes era una niña. Entre las actrices que tenía en el grupo no había ninguna que tuviera el carácter y aspecto que requería el personaje. Después de pensarlo mucho me acorde de Victoria y fui a verla a su casa sin muchas esperanzas de convencerla. Hablé con ella y la animé a que cambiara de actitud ante la vida. Que hiciera borrón y cuenta nueva. Que se uniera al grupo y tratara de volver a vivir. A ella no le disgustó la propuesta, pero le costaba salir del estado en que se hallaba. Me dijo que lo pensaría. Al día siguiente vino a mi casa y me dijo que contara con ella, que de la forma que vivía no podía seguir, que estaba dispuesta a hacer lo que pudiera. Tras aquel personaje de niña, Victoria, ha encarnado otros muchos.

Aquella noche, después de la actuación memorable que el grupo tuvo en la capital, de vuelta a casa en el autobús, Victoria coincidía conmigo en el asiento contiguo. Se sinceraba y me decía:

"Esto para mí ha sido la salvación. Estaba muerta y he resucitado. Gracias al teatro vuelvo a vivir. Me siento joven. A pesar de los años me parece que he vuelto a la niñez. Muchas gracias “Dire”, por haberme embarcado en esta maravillosa aventura".

Victoria cuando sube al escenario se transforma, nadie puede entenderlo. Pero yo se hasta donde puede llegar la Magia del Teatro, que en victoria alcanza su máxima expresión. Es capaz de transformar a las personas, no solo en lo ficticio de la escena, sino también en la vida cotidiana, sin que cuenten para ello los años. Lo único que importa es conservar la ilusión y seguir adelante.

El grupo de teatro “Arlequín” se fundó el año 2001. Está formado por personas mayores pertenecientes a la Asociación de J. y P. Andrés Verdugo de Campaspero. Lleva diez años representando sus obras en Campaspero, en Valladolid capital, en numerosos pueblos de esta provincia y de otras como Segovia y Madrid. En la actualidad, el grupo está en proceso de renovación. Varios de sus miembros, (con bastante más de de ochenta años a sus espaldas) muy a su pesar, ya no pueden seguir. No obstante estos últimos diez años han sido para ellos como vivir una nueva vida que no olvidarán nunca.

El próximo año con el grupo renovado esperamos volver.

“QUE SUBA EL TELÓN”

El director del grupo,
Oroncio Javier García Campo

3 comentarios:

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Enhorabuena Javier, enhorabuena a todos los que seguís levantando el telón y conseguís esos milagros extraordinarios de los que hablas en tu crónica-artículo.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Javier: Con tu relato sobre el teatro en Campaspero, haces una alabanza a esos hombres y mujeres que lo habeis hecho posible, que das una leccion de dinamimsmo y espiritu, digno del mejor sicologo para beneficio de los que te hemos leido y que nos entusiasma para tantas cosas que son necesarias en la vida para sobreponerse y seguir adelante. Muchas gracias. Asociacion San Simon de Valoria.

Anónimo dijo...

¡Hola Javier!
Me he sentido conmovida y ilusionada al leer tu comentario sobre "La Magia del Teatro" y siendo yo una de las nuevas que entraremos para que el teatro siga adelante y no muera en Campaspero, también siento un poco de miedo. Seremos capaces de despertar y trasmitir esa magia de la que hablas? mira que en esto soy novata del todo,pero te aseguro que antes que claudicar busco esa magia por tierra mar y aire, hasta encontrarla.
Enhorabuena por todo lo tuyo y como hemos hablado esta mañana nos vemos en septiembre para comenzar a buscar esa !MAGIA! del Teatro.