jueves, 2 de junio de 2011

Desde mi ventana: Se salva quien se salva (Ángel de Castro)

Cuando por alabar a un colectivo se vitupera o se ningunea a otro es bueno intentar leer entre líneas, porque quizá la alabanza esté mediatizada por prejuicios personales o ganas de epatar y lanzarle brindis al sol.

Viene esto a cuento tras haber leído una entrevista en donde Frederick Forsyth, el escritor británico de voluminosos best sellers, se explayaba así:

“No tengo gran entusiasmo por los intelectuales. Prefiero en un bar un obrero que un profesor. Tengo más en común, beben mejor, aprecian su comida, tienen más sentido del humor”.


Cuando leía esta declaración del famoso escritor me vino a la memoria la costumbre de Claudio Rodríguez, uno de mis poetas preferidos, el magnífico poeta zamorano, a la altura de los mejores, que pude constatar cuando tuve el honor de hacerle una entrevista hará algo más de 20 años, de su afición a tomar vinos en el barrio madrileño donde vivía con la gente humilde y trabajadora, sin darse a conocer jamás, sin necesidad de largar y alargar su fama de gran poeta ante sus colegas de vinos y conversación a lo intrascendente con quienes se sentía muy a gusto. Aunque no creo que se parecieran en nada sus actitudes. Debajo del inmenso valor poético de su obra latían una sencillez y una humildad franciscanas y campechanas envidiables. Mientras que el comportamiento del escritor inglés da un poco de tufo y hasta se le ve un pelín el plumero en el fondo por querer estar por encima de los intelectuales, tan imprescindibles también a la hora de beber y hacer unas risas. Que algunos, quizá muchos, sean insoportables porque van de sobrados y solo se contemplan a sí mismos ignorando al resto, vale, pues con su pan se lo coman y aburran a sus alumnos que no tienen más remedio que aguantarlos, pero ocurre lo mismo en la barra del bar en donde muchos sin haber pasado por la Universidad y hasta sin el Graduado Escolar se las dan de sabios y únicos en el mundo en cuanto conocedores del bien, del mal y de todas las artes y las ciencias de este planeta.

En el fondo se salva quien se salva y se salva lo que se salva: el fondo de cada cual, la esencia de su buen ser y su saber estar, tanto si es muy sabio como si es bastante ignorante, el resto no deja de ser accesorio aunque se tengan muchos conocimientos, larga experiencia, humor a gran escala o ser estupendo bebedor, ingenioso y buen conversador o riguroso tertuliano.

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