lunes, 2 de mayo de 2011

Desde mi ventana: Lluvia de palabras (Ángel de Castro)


Vino:

- Lo que daba vigor y felicidad a mi padre (se le encendía el alma cuando la cosecha llenaba las cubas de la bodega);

- lo que yo he descubierto, por mi mujer, infeliz de mí, como tantas otras cosas, tardíamente;

- placer de dioses y de hombres y mujeres en comandita, porque beberlo solo, como comer solo, es de las cosas más penosas de la vida;

- alimento, más que espiritual, amistoso, de los viernes entre amigos y amigas.

- un vasito o dos, una gozada, si es bueno, si es malo, no tanto, pero abusar de él en grandes cantidades junto a otras bebidas alcohólicas: una catástrofe.

Silencio

El poder del silencio. Al igual que las palabras, el silencio es muchas veces el mejor de los bálsamos, la mejor de las respuestas, la compañía inmejorable, la música callada y una actitud que sólo la gente sabia sabe regalar. Nada como el silencio en momentos de ruido, crispación, furia, nervios a flor de piel e insultos desatados.

El silencio (como el gesto y la mirada) con frecuencia, es más expresivo que mil palabras, y en ocasiones, lo que más se agradece.

Un dicho antiguo dice que para que el ser humano aprenda a hablar sólo hacen falta dos años y para que aprenda a callar toda una vida. Vieja sabiduría.

Parece mentira que, con demasiada frecuencia, no haya nada más elocuente que el silencio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La palabra es de plata, el silencio de oro. (Aristóbulo, sabio griego)