
- Sobresale la autogestión del centro y del bar, con el consecuente reporte de ingresos económicos que posibilitan la autonomía de la Asociación en el aspecto económico, sin depender en exceso de las coyunturas puntuales de las subvenciones públicas.
- Asimismo la realización de talleres de cestería, gimnasia, pintura, marionetas y animación a la lectura, que suponen la visibilización de diversas habilidades de las personas asociadas, que se encargan de gestionar y realizar los talleres por cuenta propia.
- Plantación de rosales, lo que supone trabajar colectivamente en el mantenimiento de un centro con aspecto proclive a la participación, un lugar amable.
- Grupo de guías turísticas de una famosa ermita. Las visitas guiadas también aportan un dinero a la Asociación, que contribuye al mantenimiento de la misma.
La experiencia está siendo extraordinariamente satisfactoria como se desprende de la exposición de Manuela Álvarez en donde se advierte que, aunque se trata de un pequeño grupo de mujeres en un pueblo también pequeño, no obsta para generar multitud de ideas que se llevan a la práctica sabiendo aprovechar al máximo el recurso humano. Y un reto: ¿será posible que los hombres se integren algún día a esta tan interesante experiencia?
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