viernes, 24 de diciembre de 2010

Vuelta al Mundo: Cárcel-Geriátrico de Onomichi (Japón)


Hace unos días, navegando por Internet, tuve acceso a la imágen que ilustra esta entrada, y al texto que la adjunta, en su publicación en la página ObservadorGlobal.com (http://observadorglobal.com/japon-las-prisiones-de-la-tercera-edad-f13324.html). Habla de Japón, y las prisiones de la tercera edad.

Indagando un poco más, encontré pocas referencias, unos pocos enlaces, que desembocaban en la misma dirección, la referencia a un artículo publicado por el diario La Razón, en 2007, que hacía referencia a la apertura de un Centro Penitenciario para Mayores en Japón. Este es el artículo:

Japón inaugura la cárcel-geriátrico

En la prisión japonesa de Onomichi los reclusos con demencia senil llevan colgado un cartel para que sus carceleros no olviden administrarles la medicina.

En el penitenciario de alta seguridad de Fuchu, el bizcocho de arroz de Año Nuevo se corta en pedacitos para ayudar a deglutir a quienes no tienen dientes. En ninguna de las dos faltan los andadores, las sillas de ruedas ni los pañales para adultos. Una sociedad envejecida necesita acomodar todas sus estructuras a la forma de vida de los ancianos. Y Japón, que es el campeón mundial de la baja natalidad, está viéndose obligado a reformar hasta sus cárceles para asistir a una población que, de seguir a este ritmo, pasaría de los 127millones actuales a tan sólo 64 en menos de cien años.

Casi todas las prisiones del país han habilitado ya pabellones para la tercera edad. Los ancianos, más de un 12% del total de presos, tienen normas y espacios diferentes. Por ejemplo, dedican sólo las tardes a actividades manuales poco fatigosas, mientras que el resto se dobla la espalda durante ocho o nueve horas de trabajos forzados.

Televisor, tatami y aseo propio

Los mayores de 65 tampoco están obligados a marchar en formación y muchos reciben asistencia médica diaria. «Estamos adaptando las cárceles a un sector de la población más frágil psicológica y físicamente», explican las autoridades. «Recibimos un trato especial por ser ancianos», comenta un preso de 76 años, a quien se le suministra una dieta especial para controlar su diabetes y vive en una habitación individual con televisor, tatami y aseo.

Las autoridades penitenciarias están asustadas de lo que en un futuro podría llegar a costar mantener las cárceles. Los ancianos requieren más atenciones, son más caros que el resto y las estadísticas dicen que cada vez hay más entre rejas. Según el Ministerio de Justicia, la criminalidad entre los mayores de 65 años es un fenómeno que debería hacer reflexionar. Desde 2000 ha crecido a un ritmo del 160%, pasando de 17.942 a 46.637 crímenes. El resultado es que la proporción de ancianos en los penitenciarios ha pasado del 9,3 al 12,3%.
En la cárcel de alta seguridad de Fuchu empiezan a escasear ya los recursos de vigilancia. «Cuando alguno de los reclusos enferma gravemente y hay que llevarlo fuera, se requieren tres guardias que deben ir con él y vigilarlo. Eso es muy caro», asegura el director de la prisión.

El problema, dicen los medios japoneses, tiene otras aristas más allá de la proverbial baja natalidad del país. Y es que las cárceles envejecen incluso más rápido que la sociedad, algo que no ocurre en la mayoría de los países occidentales con problemas de natalidad. Así, mientras la población japonesa mayor de 60 anos aumentó en un 17% de 2000 a 2006, en las cárceles la subida fue del 87%, casi cinco veces más.
Los cuidadores de los centros penitenciarios tienen una explicación: están convencidos de que las cárceles empiezan a funcionar como asilos donde se recogen los desechos de una sociedad que se ha industrializado en un abrir y cerrar de ojos y donde las estructuras familiares tradicionales desaparecen. Muchos ancianos quedan sin recursos, desatendidos y solos. Y acaban metiéndose en problemas.

La reincidencia delictiva de los ancianos japoneses también es un récord. Algunos narran sin escrúpulos como disfrutaron de la libertad durante unos días y, cuando se cansaron de dar vueltas, «volvieron a casa» robando antes alguna tienda o marchándose de un restaurante sin pagar. «Hay muchos que tienen miedo de volver a la sociedad y prefieren seguir dentro», dice el vicedirector de la cárcel de Onomichi.


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El conocimiento de otras realidades, de lo que existe más allá de nuestro pueblo, comarca o provincia, nos ayuda a relativizar y hacer reflexiones y planteamientos sobre el camino que está tomando el planeta.

Es interesante plantearse como se reproducen guetos, en los que a menudo observamos, como lo que teóricamente afea la visión edulcorada de la realidad, se esconde más aún, proporcionalmente al escándalo que nos produce ver los "atrases" de este mundo. Las cárceles esconden una cara oculta de la sociedad. Una realidad que atraganta. Y ahora sabemos que en un país en teoria "avanzado", como es Japón, dentro de las cárceles, se crean nuevos guetos: cárceles de mayores. Casi nada.

Y hablando de guetos, vemos como la sociedad neoliberal, post-moderna y digital, con sus cosas buenas, también teje barreras invisibles, muros infranqueables para los elementos más vulnerables de la sociedad. Y la soledad añadida a la insolvencia para satisfacer nuestras propias necesidades, nos enseña el camino del riesgo de ser incapaces de sortear esa barrera invisible.

Alguien puede decir que lo que pasa en Japón, no tiene porqué reproducirse en nuestra realidad. Yo digo que en un mundo totalmente globalizado, las conexiones dentro de un planeta cada vez más uniformado, no deberían dar pie a relajarnos.

Esta noche, es Nochebuena y mañana Navidad...

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