jueves, 9 de diciembre de 2010

Desde mi ventana: Aprender a tocar la lira (Ángel de Castro).


Parece ser que un buen día le preguntaron a Sócrates, todos querían preguntarle una vez que él había hecho de las preguntas el pilar básico de la educación:

¿Para que te sirve, Sócrates, aprender a tocar la lira si vas a morir?

- Para tocar la lira antes de morir, respondió el maestro.


Hasta el último momento de nuestra existencia debería iluminarnos esa respuesta magnífica del filósofo ateniense que echa por tierra la filosofía de la vagancia que nos acorrala, si filosofía podemos llamarla, en la que lo que impera es descansar no ya a los noventa, porque si pudiera ser, mejor que mejor, a los cuarenta y pocos en donde abundan ya los que quisieran jubilarse aun antes de haber comenzado la labor.

Hace unos días me puse a perfilar unos versos y me salió esto pensando en lo mismo:

Cansado a los 10 de los recreos largos. / A los 18 de las noches eternas. / Cansado al año y medio de estar casado. / A los 40 cansado de tanto trabajar / y deseando con ansiedad la jubilación. / A los 70 cansado de ser tan viejo. / A los 90: ¿Pero cuándo coño llegará la muerte? / ¿No será que ya estabas cansado de nadar / en el vientre de tu madre?

¿Aprender a nadar, bailar, pintar, manejar el ordenador, escribir, sembrar, cocinar, planchar, tocar la lira, la guitarra o el acordeón, volver a la universidad, presentarse a concejal del municipio para no dejarlo todo en las manos de los jóvenes, pasear con los sentidos bien abiertos para que penetre la voz de la calle y la belleza del paisaje, aprender un nuevo idioma, intentar coger todos los trenes, desaprender, aprender cosas nuevas, etc. etc. etc. si en menos que canta un gallo vas a morir?

Pues eso, bien simple, nos lo dejó bien claro quien sólo sabía que no sabía nada y por eso era tan sabio, para que la muerte nos pille con las botas bien puestas, y nunca mejor que nadando, bailando, pintando, trajinando… amando y dando color o poniendo música de fondo a los últimos momentos del vivir.

Envidio a los que no se dan cuenta de que envejecen, tan ocupados están con sus cosas, decía el poeta turco Nâzim Hikmet.

Envidiemos a los que siguen plantando árboles, escribiendo libros, pariendo hijos, dejando mejor las cosas que se las encontraron, allí donde quieran que estén, sin preguntarse si deben, por el mero hecho de ir cumpliendo muchos años, por el simple hecho de ir en envejeciendo, cuando todos sabemos que es, a partir de los veintitantos, cuando empieza la carrera hacia el final y si nos gusta tocar la lira aprendamos a tocarla bien, aunque nos queden pocos telediarios, para sacarle los mejores sones antes de morir.

No hay comentarios: