miércoles, 6 de octubre de 2010

La edad del poder: hacia un nuevo envejecimiento

Hemos rescatado el artículo de opinión publicado el pasado 30 de septiembre, en la edición digital del diario asturiano El Comercio, escrito por José Antonio Flórez Lozano, que es Catedrático de Ciencias de la Conducta en la Universidad de Oviedo.

El artículo hace referencia a la importancia creciente de la población mayor respecto a otros grupos de edad, sobre los planteamientos del envejecimiento del ser humano, siempre relacionado con el paradigma del Envejecimiento Activo, termino relativamente novedoso, que nace en 2002 en la Conferencia Mundial sobre el Envejecimiento, en Madrid y que desde entonces es el referente en materia de planificación, programación y organización de recursos orientados a optimizar las posibilidades de la vejez en el mundo actual.

Os dejamos el enlace a El Comercio Digital, espacio del que hemos sacado la noticia y la imágen de Gaspar Meana que ilustra la entrada; donde podéis leer también el artículo:

http://www.elcomerciodigital.com/prensa/20100930/opinionarticulos/edad-poder-hacia-nuevo-20100930.html


Este es el artículo íntegro:

En los próximos años es previsible un cambio en los patrones de envejecimiento como consecuencia de la llegada a la vejez de las generaciones del 'baby boom' nacidas después de la Segunda Guerra Mundial. Esas nuevas generaciones se presume que van a modificar totalmente los planteamientos y necesidades acerca de la senectud. En efecto, aproximadamente uno de cada cuatro europeos, en este primer cuarto del siglo XXI, tendrá más de 65 años. Especialmente en España, donde se estima que tendremos la población más envejecida del mundo, ya que el 43% de la población española superará la citada edad. Sin duda, el aumento de la cultura, de las comunicaciones, de las nuevas tecnologías, de la calidad de vida y de una tendencia cada vez más acrecentada hacia el envejecimiento activo, en el que no existen límites para ningún tipo de actividad (física, intelectual, cultura, social, política y científica), va a generar un nuevo contexto socio-cultural absolutamente distinto de la vejez y, por lo tanto, ello se va a traducir en nuevos enfoques, necesidades y recursos, superando los tradicionales paradigmas de intervención psico-social con relación a los mayores. En efecto, el nuevo vector de desarrollo en el mundo de las personas mayores apuesta por unos estilos de vida absolutamente distintos y ciertamente revolucionarios, tales como la actividad física regular, la dieta equilibrada, una vida intelectual y socialmente activa y, naturalmente, una mayor participación (huyendo de paternalismos trasnochados) en el tejido socio-económico y político de la sociedad. Asimismo, cada vez más, la sociedad es consciente de la importancia de alcanzar ese envejecimiento competente pletórico de comportamientos saludables y salutógenos (potenciadores de la salud de los mayores) y, para ello, la educación para la salud y la prevención de la enfermedad son mecanismos absolutamente indispensables que necesitamos mejorar a través de un mayor conocimiento y concienciación del fenómeno del envejecimiento en la población general; en fin, una nueva ancianidad que trata de superar el carácter impersonal y marginal de su vida cotidiana, satisfaciendo al mismo tiempo el anhelo de compañía, intimidad, apoyo emocional y amor. Y ello, porque el envejecimiento nos afecta a todos; continuamente estamos envejeciendo inexorablemente y la vejez es vida, es decir, actividad, participación, sentimiento de ser útil y de mantenerse ocupado en tareas que han de ser valoradas socialmente, lo cual se traduce en una potenciación de la «imagen personal», de la seguridad y de la confianza en sí mismo. Además, esta nueva forma de «envejecimiento activo, feliz y saludable», disminuye significativamente las tasas de morbilidad y mortalidad, tal como se puso de manifiesto en el famoso Estudio Framingham. De ahí el interés de los programas de activación física y mental ('jogging cerebral') que facilitan un envejecimiento «saludable» y un potencial de motivación desconocido, capaz de romper barreras, ciertamente desaprovechado en bien de la propia estructura socie-conómica del país.


Por todo ello, estamos convencidos de que las barreras que han impedido al anciano y al conjunto de las personas mayores mantenerse activas, se van a destruir al mismo tiempo que surge cada vez con más fuerza una imagen social del anciano absolutamente distinta que borra el estereotipo negativo de la persona mayor definido por su pasividad y limitaciones psico-físicas. Con mucha frecuencia, los mayores han sido vistos como una clase marginada (pobres, enfermos, frágiles, inútiles...), sin ninguna fuerza o importancia considerable en la población. Pero este siglo XXI, sin duda, pertenecerá a los nuevos ancianos, no sólo por el número creciente, sino también por el poder económico e intelectual acumulado. Esta población de personas mayores, cuyo poder económico se está multiplicando, también empieza a intervenir en la política de forma muy activa. Esto ha determinado que en EE UU la población senecta se ha convertido en un poderoso grupo de presión (American Association for Retired Persons) con el fin de velar por sus intereses y seguir tomando sus propias decisiones. Estos cambios socio-culturales lentos que se están dando en la cultura americana, también se empiezan a evidenciar en nuestro país y apoyan la idea de que el grupo con mayor control e influencia no será el de los jóvenes, sino el de los mayores. Sin embargo, a nadie se le oculta también la enorme proporción de gente longeva que lucha contra los problemas crónicos (enfermedades cardíacas, diabetes, déficit visual y auditivo, aislamiento social, cáncer, artrosis, osteoporosis, depresión, demencias, etcétera) que causan incapacidad, dependencia y graves disfunciones psíquicas. Pero también es cierto que sabemos más que nunca sobre la salud y la enfermedad y que existen medidas que podrían producir una versión mucho más sana del envejecimiento, incluso con un coste más reducido que el actual. Me permito citar finalmente algunas de ellas, tales como asignar más recursos a la investigación de enfermedades relacionadas con el envejecimiento, incrementar la formación geriátrica y gerontológica de los diversos profesionales, orientar los incentivos socio-sanitarios hacia un envejecimiento sano y activo y establecer un enfoque más humano, más respetuoso y más ético a la atención y cuidado del anciano. Todas ellas y muchas otras serán asumidas plenamente por los nuevos ancianos ('la edad del poder'), ya que han interiorizado nuevos valores sociales y estilos de vida que les permitirá seguir decidiendo, participando y colaborando en el desarrollo socio-económico, cultural e intelectual del país. En fin, cuando se aprende a fomentar las cualidades humanas y el crecimiento personal de cada persona sin tener en cuenta su edad, existen realmente posibilidades de que la sociedad envejecida se convierta en una sociedad más humana. Ello permite una mejor adaptación, autorrealización y calidad de vida de las personas mayores... Una persona autónomamente responsable y, en lo posible, sana, ilusionada y feliz.

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