jueves, 14 de mayo de 2015

valio la penaVALIÓ LA PENA la escala de valores que nuestros padres y nuestros maestros nos inculcaron con tal fuerza, en aquellos años obligatoriamente serios, que ahí siguen tan profundos como para habernos convertido en lo que somos.
…VALIÓ LA PENA la entrega a lo que creímos que era el sentido cabal de nuestras vidas. Los largos años que dedicamos a preparamos para realizar cada sueño particular. Lo que no quiere decir que siempre lo consiguiéramos; pero nadie nos podrá decir que no lo intentamos.
…VALIÓ LA PENA el trabajo que realizamos, en empresas, en bufetes, en la administración, en universidades, en negocios, en hospitales, donde fuera, unas veces con éxito y otras con fracaso. Ahí estuvimos porque era nuestra vocación y nuestra obligación, y resulta que lo hicimos tan bien que nuestra patria saltó de un pobre país subdesarrollado y hambriento, a la octava o novena potencia del mundo.
…VALIÓ LA PENA practicar la decencia, que es un vocablo ya en desuso, cuando tuvimos puestos de gran responsabilidad. Con la de cosas que podríamos haber hecho si hubiéramos escuchado a aquel amable caballero, al que recibimos porque alguien nos lo habían recomendado, y al que echamos a voces del despacho, con gran susto de las secretarias…
…VALIÓ LA PENA enamorarnos y formar una familia. El compendio de alegrías, penas, urgencias, decisiones, orgullos y sorpresas que suponen los hijos. Para los que nadie, por muchos libros que haya leído, está preparado a la hora de la verdad, y con quienes se nos vuelven a humedecer los ojos de vez en cuando.
…VALIÓ LA PENA el pequeño grupo de amigos incondicionales que se adelantan a nuestras palabras, porque participan de nuestros sentimientos, nuestras alegrías y nuestras ideas, aunque no las compartan. Más aún, aunque las suyas sean totalmente distintas. Pero que están siempre ahí, igual que nosotros lo estamos para ellos.
…VALIÓ LA PENA, en fin, la fe que heredamos de nuestros mayores, que no entendemos, que nos revienta a veces, que tal vez nos saltamos en algunas ocasiones, y que sin embargo es la nuestra. La fe que nos lleva a aceptar que la barbaridad de la pasión de nuestro héroe era necesaria, para llegar a la apoteosis del domingo de Resurrección, en el que, como en un sagrado western, acaba siempre triunfando el bueno.
¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

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