viernes, 23 de noviembre de 2012

Desde mi ventana: SE HAN IDO TODOS, pero ¿ a dónde ? 2

 
Primera lectura nostálgica:
 
 
Se han ido todos. Resistió el último vecino del lugar, unos años, rodeado de perros y gatos. Hasta se esmeró en reforzar la gatera que con el paso del tiempo, no tanto como del paso de los gatos, se venía abajo. Y ahí está, mudo testigo de un tiempo que ya no vuelve porque acaso se le trató muy mal. ¿Era necesario el abandono de los pueblos de esa manera irracional y sin compasión alguna? ¿Fue la solución mejor el hacinamiento en las ciudades del cemento, la apatía vecinal y el sobresalto del desconcierto?
 
Se han ido todos. Pero ¿a dónde? Porque probablemente... seguramente... ¿qué digo?, con toda certeza, perros y gatos nunca debieron irse de su hábitat más humano y racional.
 
Se han ido todos, no quedó ni un solo gato, solo yace la gatera remendada como un grito en el silencio del tiempo que se fue.
 
Segunda lectura realista:
 
 
Se han ido todos porque tenían que irse a probar fortuna en otro lugar. Este ya dio de sí lo que tenía que dar. Desde la distancia casi infinita de las estrellas todo es más relativo y morir a los 14, 33 o 95 no es tan trascendental, porque lo que tiene densidad son los momentos de esplendor que se reducen mucho y no va más allá de recibir un beso cuando se está llorando, una mirada ensimismada a una escena de cine, un cuadro, a tu bebé cuando duerme, rescatar del pozo real o no menos real de la depresión a un amigo, o si prefieres: instantes de bondad, belleza, amores sueltos o bien atados..., y queda la puerta abandonada que se cae a trozos y te trae la figura indeleble y entrañable del abuelo, una humilde gatera fortalecida, unos cardos borriqueros donde crecían recias las cebadas...
 
Nacen unos, desaparecen otros, tanto individualmente como de forma colectiva formando pueblos, ley inexorable del vivir en este mundo: Nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar / que es el morir, pero no importa, porque el mar vuelve cada mañana a la playa a remojar los pies de los que viven y tienen bellos sueños.
 
 
Tercera lectura: la tuya...
 
 
Ángel de Castro

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