martes, 17 de julio de 2012

Desde mi ventana: Los gestos de los grandes hombres -Ángel de Castro-

Cuenta, en una de sus columnas, casi siempre sabrosonas, Carlos Boyero, con la dosis de acidez, lucidez y ternura, a la vez, que le caracterizan, dos encuentros con el sin par, Vicente del Bosque, en donde es patente, como siempre, la humanidad de este hombre que está demostrando ser uno de los grandes, en cuanto a profesionalidad, bonhomía, y uno de los hombres más populares, respetados y honrados, justamente por ello.


Se encontraron por primera vez una larga tarde y noche con motivo de un programa de televisión y tuvieron ocasión de hablar largo y tendido. Carlos Boyero le comentó, como de pasada, la situación delicada de su madre y de una tía, su única familia, que sufrían la enfermedad de Alzheimer. No volvieron a verse hasta hace unos días y la primeras palabras que le dirigió el entrenador de La Roja fueron: ¿Cómo está tu madre y tu tía?, y al duro de Boyero se le hizo un nudo en la garganta, porque el espejo que tenía delante refleja “educación, humanidad, respeto y clase”, anota el crítico de cine. ¿Quién no se emociona y asimila la lección ante estos gestos tan llenos de grandeza?


Item más: Otra anécdota de este gran hombre, sencillo, inteligente y cabal, que comenta en su columna dominical Juan Cruz. Cuando alguien le preguntó, después del triunfo de La Roja, qué sentía al inicio del partido y si estaba relajado, contestó esto exactamente: “Estaba muerto de miedo”. Ya está, otro título y otra medalla, sin subirse por las ramas al ego vecino de las estrellas, sin ponerse solemne y engolado como cualquier mindundi de pro, desciende al lado más humano de lo humano. Muerto de miedo, como cualquier ciudadano y vecino del quinto.

Y uno que siempre se está mirando hacia dentro así como a la vida que le rodea, no puede por menos de echar de menos estas lecciones en los de abajo y en los de arriba. En los de abajo (en los que me incluyo) cuando se les capta en sus costumbres y hábitos chulescos, hablando de sí mismos y sus cacerías y medallas... y en los de arriba, disertando sobre sí mismos, sus cacerías y medallas, igualmente del mismo barro, sin mirar a los ojos que tienen delante, tras los que se puede advertir mucho dolor o profunda alegría y hasta si la madre anciana sufre alguna demencia senil para preguntar por ella antes de nada. ¿No lo dejó bien claro Albert Camus cuando dijo: “Creo en la justicia pero defenderé antes a mi madre que a la justicia? Que quiere decir también que lo primero es lo primero y lo principal, como ir al fondo de lo humano y su ternura.

¡Cómo me gustaría tener de maestro a D. Vicente del Bosque y que tú, Rajoy, Rubalcaba... el inefable WERT... y el resto... fuerais sus aventajados alumnos!

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