
Por tal motivo, se engalanó la casa y se señalizó el camino que debían recorrer.
Se creó un cartel alusivo a cada localidad por donde transcurre el Camino de Madrid a su paso por la provincia de Valladolid.
Con el fin de mitigar la fatiga de los peregrinos, se diseñaron doscientas viseras y otras tantas vieiras, que los asistentes utilizarían como distintivo.
Se instalaron mesas – a modo de albergues- donde los andarines serían socorridos con alimentos y bebida.
Y como por arte de magia, las cosas comenzaron a cambiar en la casa, cuando llegó la noticia de la peregrinación. Lo importante, ya no eran los medicamentos o dolores, ahora se trataba de si serían capaces de recorrer tantos kilómetros, o aguantar el viaje.
Llegado el momento, con las Hermanitas a la cabeza, se reunieron en el patio todos los residentes de la casa, acompañados de familiares, amigos, personal laboral y voluntarios.
Allí, la Madre Sor María José -tras tranquilizarles un poco- les dio la bienvenida a todos y les explicó quien era el Apóstol Santiago y la importancia de su festividad.
Isabel Leo -como peregrina y hospitalera- les habló del camino y les invitó a seguir las huellas de los que lo recorrieron antes.

Caminaron con decisión y sin temor porque se creían acompañados de los ángeles que el Señor había mandado para que les protegieran y guiaran a lo largo del recorrido.
Y avanzaron hacia lo desconocido, con la certeza segura de que sus súplicas serían escuchadas.
Nunca hasta ese momento había visto reflejada tanta ilusión y alegría en la cara de los ancianos.
Y se vivieron momentos mágicos donde el dolor o la tristeza habían desaparecido, los impedidos andaban y todos deseaban llegar al final.

Como estaba previsto, a lo largo del camino fueron encontrando personas hospitalarias, que les ofrecían alimentos o bebidas con las que saciar la sed y reponer fuerzas.
Tras pasar por el “Monte del Perdón” y “La Gruta de las Peticiones”, donde se encuentra una imagen de la Virgen de Lourdes, llegaron al final del recorrido.
Y juntos dieron gracias a Dios, a Santiago y a Santa Juana Jugán fundadora de la Orden de las Hermanitas de los Pobres; porque ellas les han enseñado a encontrar la felicidad que habita en la humildad y en la sencillez; por el camino que les ha tocado recorrer a lo largo de la vida; por encontrar motivos para intentar seguir avanzando; porque se camina mejor, cuando se dispone de buenas compañía…

Como colofón al evento, se dispuso una cena de hermandad al aire libre a la que todos los asistentes estaban invitados y donde no faltaron: música, cánticos ni bailes.
Al caer la tarde, los peregrinos se retiraron a descansar, y la casa quedó en silencio...
Las hermanitas y los cuidadores caminaban de puntillas…
¡Silencio…!
Dejarles dormir…
Dejarles reposar…
Se merecen descansar y soñar…
¡Mañana Dios dirá!
Francisco Curero e Isabel Leo, voluntarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario