miércoles, 25 de mayo de 2011

Desde mi ventana: Saber ganar, saber perder (Ángel de Castro)

Importa más saber ganar y saber perder que ganar o perder, sin más, en el juego, en el deporte, en las batallas políticas y en la vida en general, que como juego o sueño que dijera Calderón, está llena de pérdidas y ganancias desde el nacer hasta la sepultura.

SABER GANAR obliga a hacer autocrítica de que todo no ha sido gracias a nuestra virtudes y buen hacer, sino a los posibles errores y fallos de los derrotados, bastante dosis de azar o a una hartura de la sociedad que ha castigado a los vencidos con dureza. Creer que todo se debe a los méritos propios, sin la más mínima duda, incluso cuando apenas se ha hecho algo, es muy peligroso.
Saber ganar sin sacar pecho y menos aún sin intentar aplastar al adversario. El mejor y mayor de los ejemplos que me viene a la memoria es la actitud de Rafa Nadal cuando ganó en un partido memorable al inmenso Federer que lloraba desconsolado y Nadal le echó una mano cariñosa con enorme humildad y afecto. Uno que sabe ganar como nadie y perder como nadie, por eso número uno.
Saber ganar, señores columnistas del apocalipsis no es echar leña sobre el árbol caído y de paso pisarle, con excesivo regodeo, sin que le falte un insulto más y una nueva descalificación, con el lenguaje burdo y faltón a que nos tienen acostumbrados, y seguir pontificando sobre la única verdad de lo que se debe hacer. A mí, aunque los frecuente muy de tarde en tarde, por salud mental, principalmente, algunas de sus columnas, se me caen de las manos.

SABER PERDER es reconocer que la derrota ha tenido que ver con la crisis económica mundial y nacional, pero también con la mala gestión, no haberla visto venir, negarla incluso cuando todo el mundo la tenía sobre las cabezas y renunciar a las propias señas de identidad.
Saber perder es aprender la lección que pasa por aprovechar las crisis para hacer renacer desde el fondo lo mejor del individuo, reconstruir el colectivo naufragado o refundir el partido que ha sido barrido del mapa de un país que ha pasado a tener otro color, como vienen diciendo algunas voces experimentadas al referirse al Partido Socialista Obrero Español tras la últimas elecciones.

Saber perder sin rebajar la esperanza que nos obliga a enderezar los pasos, abrir nuevos caminos, echarle más pasión, lucidez y eficacia al quehacer diario sin asesinar la utopía.

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