martes, 2 de noviembre de 2010

Desde mi ventana: Patear o contemplar (Ángel de Castro).

Sucede que son tantas las cosas que nos acorralan, tantas informaciones las que nos inundan, decenas de canales de basura al por mayor, tertulias de sabios tan poco sabios porque todo lo dominan y de todo hablan con desparpajo, que nos obligan a aprender tanto y tanto que no nos queda tiempo para pensar seriamente y a conciencia en alguna de ellas, profundizando, deleitándose, aportando la propia opinión, el dato contrastado, el testimonio fiel y oportuno. Lo decía como nadie, o se lo hacía decir, Antonio Machado, al maestro Juan de Mairena: “Aprendió tantas cosas, que no tuvo tiempo para pensar en ninguna de ellas”. Hoy la frase no puede estar más de actualidad.


Les veo ensimismados con la novela de moda en el tren, la playa, el bar de copas y me pregunto si con la música atronadora medioambiental de fondo serán capaces de ir al grano o sólo a entender a media luz las intrigas y la pura y dura superficie de las cosas. Porque hace falta una concentración de linces para poder entrar en materia y pasar del puro entretenimiento al deleite de la lectura. A no ser que nos baste con pasar el rato sin más pasando páginas como pasta el ganado en la pradera y alardear de estar al tanto y al día de lo que se cuece.

Harto distinto es patear ciudades y paisajes que contemplar disfrutando de los mismos, deteniéndose el tiempo que hiciera falta, sin preocuparse en exceso de los comentarios a los amigos de lo visto y celebrado. Si ante un pase de muleta excepcional, una jugada de fútbol genial… se paraliza el tiempo, ¿cómo no vamos a necesitar pararnos y detener el tiempo para contemplar la fachada de una catedral gótica, el David de Miguel Ángel o escuchar una cantata de Bach y dejar que los sentidos y el alma trabajen, arrobados y absortos, el tiempo necesario, para que penetren en lo más hondo y nos cambien? ¿No habría que decir con Machado que vemos tantas cosas… que no tenemos tiempo en pensar en ninguna de ellas, distinguirlas y saborearlas?

Ir a lo esencial, como me gusta decir, en este asunto de hoy, me parece que va más en la línea de preocuparse más de la calidad que de la cantidad, de un ritmo mucho más pausado y no tan veloz que no nos permite ver apenas nada y con detenimiento, pensar mucho más y hablar mucho menos y a la ligera, leer más, porque leemos poco, pero siempre haciendo pausas (levantar el pico como las aves para tragar y respirar mejor) y convertir la lectura en creación personal, la que más merece la pena, para que la lluvia del libro vaya calando hasta los huesos y poder intercalar el propio pensamiento de forma crítica y creativa.

Ángel de Castro

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