lunes, 17 de mayo de 2010

Desde mi ventana: El mapa de las manos. (Ángel de Castro)

(Dedicado, a modo de homenaje, a las personas que participan en los talleres de manualidades)

¿Qué sería el hombre sin las manos?
Han sido su salvación desde el inicio de los tiempos cuando trepaba, árbol arriba, para defenderse o buscar la dulce fruta, hasta cuando en este mismo instante cogemos el ratón para navegar por Internet, pasando por Altamira, las pirámides de Egipto, las iglesias románicas, la Capilla Sixtina, las Meninas, los más altos y soberbios rascacielos y la más humilde de las chozas.



Manos para abrazar,
sin olvidar en el abrazo la caricia por la piel
siempre necesitada de dulzura
al caer la noche y calor
en los largos fríos del invierno.
Manos para saludar,
manos para despedir de cerca,
y de lejos cuando la ausencia abre la puerta de la nostalgia.
Manos para trabajar la tierra
y para ir, fusil al hombro, a la guerra
y empuñar el arma siempre mortal.
Manos para limpiar heridas y curarlas
con salivilla de estrellas y gasas de un corazón deshilachado.
Manos crispadas, lanzadas al cielo
del absurdo y contra los golfos
y corruptos que conducen
el tren del caos y la injusticia.
Manos inocentes que meten
la mano sin miedo
en la boca del lobo de todos los miedos.
Manos que buscan
y encuentran tesoros,
generan riqueza, exploran y explotan minas,
cuidan el huerto, riegan los rosales,
pintan de colores el vacío
y manejan el ratón para descubrir
otros mundos, otras culturas,
y nuevas formas de mirar y admirar.
Manos que siguen escribiendo a mano
cartas de buen amor,
sin saber si serán contestadas;
manos que buscan entre la niebla
trozos de amistad, una sonrisa
y pan con mantequilla y mermelada a media tarde…, manos…
Manos que salvan vidas
y manos que hieren a muerte salvaje y homicida
hasta en el mismo territorio y en los mismos cuerpos
en donde reinó durante tanto tiempo la ternura.
Manos enlazadas y en cadena,
en red tupida y solidaria,
allí donde la lluvia no cae nunca
o donde cayó en exceso y sobresalto
y más daño hizo llevándose todo,
lo bien poco bien es verdad, por delante,
o aniquiló pueblos y ciudades
donde más daño duele
y donde más miseria encuentra a su paso ciego, sin miramiento alguno.
Manos que recorren el propio cuerpo
dejándose asombrar,
gozosamente,
por el placer que aflora en cada rincón
y en los lugares más insospechados,
sin miedo ni reparo,
porque ésta es tu casa, tu heredad,
tu patrimonio,
sobre el que tienes todos los derechos:
el placer,
posiblemente el primero,
probablemente el principal.
Manos que no obedecen, como decía el pintor,
hasta muy entrados los años,
igual que la mente
y el corazón:
potro indomable y violento que nos persigue a todos,
por lo que habrá que pensar
que aún estamos a tiempo de enmendar la plana
y hacer que nuestras manos estén al servicio
del mejor de los sueños,
guiadas por la mente clara
y el calor de un corazón enfebrecido de amapolas.

Ángel de Castro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nos resulta muy bien esas aclaraciones y definiciones de las palabras y la poesia que esta vez podemos leer, es de agradecer que nos animes en el blog con tus escritos. Gracias y un saludo. Ramón de Valoria.

Adela dijo...

Gracias Angel por recordarnos desde tu ventana todas las cosas que podemos hacer con nuestras manos,pero sobre todo para que las sigamos utlicidando, para darnos abrazos y saludos de amistad.Por que creo que cada día estamos más necesitados de ellos.
Un abrazomuy fuerte Adela